domingo, 11 de abril de 2010

40. Mario Lacruz

Inmersos como estamos ya en el Año de Miguel Hernández, olvidamos que las efemérides literarias no se agotan en el recuerdo de sus figuras más sobresalientes; o, mejor dicho, de sus figuras más conocidas, aunque en el caso del poeta oriolano ambos adjetivos vayan, por derecho propio, de la mano. Otros escritores reclaman también remontar la mezquina sima del olvido y hundir el estandarte de su palabra en el caprichoso légamo del tiempo.
El próximo mes de mayo se cumplen 10 años de la repentina muerte de Mario Lacruz y la discreción que acompañó en vida al barcelonés parece querer ser una virtud ya demasiado importuna. Mario Lacruz dedicó gran parte de su labor profesional a las tareas de editor. Primero lo fue en Ediciones Plaza (1955); tras la muerte de José Janés en 1959, Germán Plaza compra la editorial de aquél y Mario Lacruz se convierte en director literario de la flamante Plaza y Janés; tras un paréntesis en la dirección del grupo editorial Argos-Vergara (1975), vuelve a Plaza y Janés en 1981 y termina su carrera en la editorial Seix Barral, que dirigió durante 17 años hasta su muerte. Cada una de estas etapas estuvo jalonada de incuestionables éxitos. Por citar sólo algunos ejemplos, hizo debutar a Isabel Allende con La casa de los espíritus; descubrió a autores como Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares, Jaime Bayly o Juan Miñana; publicó por primera vez en España a escritores extranjeros de reconocido renombre y, en fin, toda la flor y nata de la literatura contemporánea pasó por su ojo clínico.
Esta absorbente tarea no fue óbice para que Mario Lacruz se dedicase también a la creación. Sin embargo, aparte de sus libros de relatos, sólo publicó en vida 3 novelas: El inocente (1953), La tarde (1955) y El ayudante del verdugo (1970), las tres de una altísima calidad. La primera está considerada como la precursora de la novela negra en España y plantea, entre otros muchos aciertos, un complejo conflicto sobre el sentimiento de culpa de su protagonista. La tarde, de corte más lírico, es una novela que rezuma nostalgia; en ella David René, enamorado desde la infancia de Tina, acaba idealizando tanto a su amor platónico que, cuando por fin se le ofrece, deberá decidir si desea perpetuar el ensueño feliz de sus evocaciones o aceptar la urgencia incierta de la realidad. Finalmente, El ayudante del verdugo es un exponente del llamado franquismo sociológico; desfila por ella una corruptela sarcástica que hiere de cinismo al lector.
El estilo y estructura de las 3 novelas revela una categoría artística de altos vuelos. Mario Lacruz despoja a su lenguaje de todo lo superfluo para entregárnoslo desnudo, sin carga retórica que adultere la pureza de la palabra. Y sin esos ropajes a los que algunos acuden para encontrar el significado pleno de lo que quieren expresar, el escritor barcelonés satisface su necesidad expresiva y la demanda del lector, sin que ello perjudique a la elegancia. En La tarde, Mario Lacruz nos ofrece su manifiesto de estilo literario en boca de uno de sus personajes, el maestro Greville:
  • "Las palabras... Las palabras encierran distintas emociones. Cada una de ellas es como una cajita que contiene la fórmula precisa para fabricar una emoción, si se consigue colocarla en el lugar oportuno [...] Las palabras deben ocultarse siempre; con muchas palabras ocultas se produce una sola, la que nos hace llorar al cerrar el libro. Dígase siempre al ponerse a escribir: "Mis palabras son livianas, flotan suavemente, nadie oye mis palabras: sólo mi voz [...]". No escriba nunca palabras, no permita que nadie las oiga".
Y en una de las entrevistas que concedió parafraseaba al músico Debussy, al decir que lo mejor de la música se encuentra entre los silencios de las notas.
Mario Lacruz es, además, un maestro de la estructura narrativa. Los saltos temporales son ejecutados con un dominio portentoso y con un estudiado efectismo. Creo que Muñoz Molina, tanto en este aspecto como en el del estilo, le debe mucho a Lacruz; no en vano, el escritor jiennense se inició en la novelística de la mano del insigne editor y fue prologuista de la reedición de su recopilación de cuentos Un verano memorable y otras historias (Menoscuarto, 2006). No obstante, la limpieza expresiva de Lacruz no la tiene Muñoz Molina.
Con estos antecedentes, resulta llamativo que Mario Lacruz sólo publicara 3 novelas. Sin embargo, aún nos deparaba una sorpresa. Tras su muerte, se descubrieron en su armario diferentes obras inéditas, algunas de las cuales se están publicando póstumamente. Es el caso de Gaudí. Una novela (2004), biografía novelada del arquitecto catalán; Intemperancia (2005), adscrita a la corriente tremendista; y la novela negra de humor Concierto para pistola y orquesta (2006). Todavía hay otras que deben rescatarse como aquella Sinfonía inacabada. Mil días en la montaña que el escritor ultimaba cuando le sorprendió la muerte y que narra su experiencia personal durante la guerra civil en Andorra. Esperemos que con el décimo aniversario de su muerte, ésta y otras novelas puedan salir a la luz.
Mario Lacruz lo tiene todo para convertirse, si no lo es ya, en un escritor de culto: un carácter reservado que raya el misterio, 3 novelas magistrales, un armario secreto de donde salen un metro y medio de papeles inéditos, y el interrogante que se impone: ¿Por qué el mejor editor de los últimos tiempos, pudiendo publicar sin problemas sus propias obras, decide no hacerlo?

5 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Interesantísimo artículo, Píramo. Sólo por haber descubierto a Muñoz Molina y a Llamazares, ya merece el reconocimiento más absoluto como editor. De sus novelas, como no las he leído, me perdonarás que no te escriba nada. Eso sí, tomo nota de tus sugerencias para futuras lecturas.

Anónimo dijo...

Muchas gracias en mi nombre y en el de mi familia por esta semblanza tan sentida, tan argumentada, tan bien escrita, de mi padre Mario Lacruz, ahora que se cumplen diez años de su muerte. Felicidades por este blog a cuatro manos que descubro con gran interés; reconforta mucho descubrir que existen cosas así.
juan max lacruz
director de www.funambulista.net

Tisbe dijo...

¡Qué te voy a decir, Píramo, que no te haya dicho ya! El artículo, como siempre, está muy bien. Haces un recorrido claro y conciso por las obras de Lacruz. Coincido contigo en el interrogante que planteas al final del artículo. Quizás el hecho de no publicar sus propias obras sea muestra de su humildad, no sé.
Enhorabuena también por el comentario de Juan Max Lacruz. Doy fe de la emoción que has sentido al leer sus palabras. No te mereces menos.
Un beso grande.

Píramo dijo...

Javier. Conociendo tus gustos literarios, te recomiendo sobre todo, LA TARDE. Es una suerte de Muñoz Molina pero más limpio.

Juan Max, es un orgullo para nosotros contar con tu voz en este espacio que, desde hoy, lo es también tuyo.

Tisbe, gracias por compartir siempre conmigo los buenos momentos que nos deja esta pasión nuestra que hizo el milagro de unirnos.

Anónimo dijo...

Felicidades por el articulo, lo he puesto en varios sitios de Internet. Rescatar esta figura es de justicia.
España casi siempre mal paga a los intelectuales como el señor Lacruz.