domingo, 27 de febrero de 2011

87. Tan cerca del aire

Tan cerca del aire cuenta la historia de Jonás, el cartero de un pequeño pueblo que tras la muerte de su padre descubre los secretos de su vida familiar gracias  a las charlas que mantiene con doña Paula, una amable señora que cada vez que recibe el correo invita al joven a escuchar un nuevo recitado de la misteriosa historia de amor que vivieron sus progenitores. Aparecen, por tanto, dos narradores en la novela con la peculiaridad de que doña Paula no se limita a relatar al chico los acontecimientos de los que fue testigo sino una parte de su propia existencia, pues ella vivió intensamente la relación entre su padre -del que estaba enamorada- y su madre Gabriela, una extraña mujer muda cuyo origen era desconocido y que pronto despertó la curiosidad de los aldeanos: "Me parecía que había algo en ella que no era enteramente humano, algo que compartía con la lluvia, las olas y el viento, que el calor de su cuerpo joven y de sus labios era el calor de los animales en sus oscuras guaridas".
Parece que Gustavo Martín Garzo bebe de la fuente del llamado Realismo mágico hispanoamericano, pues presenta al lector una entrañable y dolorosa historia de amor entre el padre de Jonás y Gabriela, una garza que consigue ser mujer las noches de luna llena tras desprenderse de su vestido de plumas. Su enamorado no logra concebir la vida sin ella, por ello decide arrebatarle su verdadera identidad y la condena a vivir como humana con él. La mujer-garza intentará adaptarse al mundo de los humanos puesto que ama a su esposo pero será una dolorosa experiencia ya que siempre seguirá latente su corazón de ave. En esa adaptación, tendrá un papel muy importante doña Paula -ejemplo de amor desinteresado y limpio- que aprende a querer a la persona que le ha arrebatado al hombre al que ama. Se convertirá, por tanto, en una espectadora de la felicidad y de las penurias de aquella pareja, sufriendo su amor en silencio. El último eslabón que la puede seguir manteniendo unida al amor de su vida es Jonás, por ello decide que el chico debe conocer la verdad, su origen, puesto que sólo así podrá aprender a entenderse y encauzar su vida: "Se había pasado la vida esperando un amor que nunca había llegado, con el sentimiento de estar excluida del mundo centelleante y alegre de la felicidad. Y aquel chico era su último vínculo con ese mundo".
Se crea, por tanto, una atmósfera mágica en torno al hogar de doña Paula y sus relatos, en los que se entremezclan el mundo humano y animal, en una perfecta y dolorosa armonía que facilitan a Jonás el entendimiento de su propia identidad. Por fin tendrá sentido su extraña necesidad de estar en contacto con la naturaleza, por fin comprenderá su admiración por las garzas y su embelesamiento al contemplar su vuelo majestuoso. Su parte animal acabará imponiéndose sobre su propia voluntad y verá  en el vuelo de las aves  una válvula de escape para huir del mundo de los humanos, "lleno de dolor, de proyectos incumplidos, donde todos mentían". Sin embargo, de nuevo el amor de los hombres se cruzará en su vuelo y, cual una Gabriela renovada, tendrá que elegir entre el mundo de la libertad -de la naturaleza en estado puro- y el mundo hosco y engañoso de los seres humanos. 
En definitiva, Martín Garzo - que con este libro ha recibido el IX Premio de Novela Ciudad de Torrevieja- nos regala un cuento en el que el amor es el hilo invisible que teje las vicisitudes vitales de los personajes. Todos actúan movidos por esa fuerza suprema - el padre de Jonás que arrebata su identidad de ave a Graciela, Paula que prefiere vivir como espectadora la historia de la que le hubiera gustado ser protagonista y el propio Jonás, que acaba encontrando una mujer que entiende y respeta su otra mitad- un poder cósmico que consigue romper las barreras entre dos mundos que parecen estar condenados a la separación y que, sin embargo, "nos lleva a lugares extraños donde todo es posible".

domingo, 20 de febrero de 2011

86. El arte no tiene prisas

Hace unos días acudí al cine para ver el último trabajo de Clint Eastwood, Más allá de la vida. Desde el primer minuto comprendí que estaba ante una película de gran factura, de aquellas películas de verdad, que infunden en el espectador el respeto y hasta la pizca de veneración de las grandes obras de arte. Evidentemente, esto es sólo una opinión. Y prueba de ello es que, al finalizar la película, cuando se encendieron las tenues luces de la sala y, entre la penumbra, se inició el desfile de sombras hacia la salida, comencé a escuchar, todavía desde mi butaca, comentarios que desaprobaban mi impresión: “Vaya tostón”; “una película para echarse una buena siesta el domingo”; “lo mejor fue la escena del tsunami”; “aquí no hay muertos vivientes ni ”, “qué película más lenta”, todo esto entre bufidos varios y nutrida exposición de campanillas, auspiciada por la generosa espadaña del bostezo. Quise pensar que no era yo alguien tan raro como para que nadie coincidiera conmigo en los indiscutibles méritos de la película. Y creo que logré detectar algún que otro correligionario, disperso aquí y allá, todavía sentado, como yo, en la butaca. Porque esa fue mi manera de localizarlos: comprobar que seguían sentados, observando aún la pantalla, como si la retahíla de créditos que descendían ya hacía rato por ese paño virgen de los sueños, los tuviera todavía narcotizados, como si quisieran retener durante unos segundos más el sedimento de ese poso agridulce del argumento.

Clint Eastwood decide que quiere contarnos una historia y que lo quiere hacer sin prisas, midiendo admirablemente los tiempos de la película para que nada falte sin que nada sobre. Quiere presentarnos a unos personajes que tienen alma, con sus miedos, inquietudes, contradicciones y anhelos. Y ese trabajo requiere tiempo, no se puede despachar con la premura de una trama trepidante. Aquí importan los silencios, las miradas, el juego lírico de los planos, la música. Pero nuestro mundo está obsesionado por el reloj y el espectáculo de lo frenético: en las películas y las novelas importa la acción desbordante (conozco personas que, incluso, se saltan las partes descriptivas de las novelas); en los debates de la televisión no hay tiempo para el turno sosegado de palabras, todas se solapan y cuando una irrumpe no ha habido tiempo de reflexionar sobre la anterior (si es que alguna incitaba a la reflexión, cosa extraña por otro lado), en algunos telediarios se oye más la sintonía apocalíptica de los sumarios que al presentador que las resume; Internet está tiranizada por los enlaces, que le apremian a uno a pinchar en ellos antes incluso de haber terminado el párrafo que estamos leyendo, la mano siempre sobre el ratón, dedo avizor para el “clic” delirante.

Educados para la prisa. Por eso, muchos rehúyen las maravillosas estampas castellanas de Azorín; o el ritmo pausado y envolvente de las obras de Julio Llamazares; por eso casi nadie lee ya la prosa lírica de Gabriel Miró; o la introspección de algunos libros de José Luis Sampedro; por eso son rara avis los lectores de poesía. Porque la gente tiene prisa y ha perdido la capacidad del paladeo, de reconfortarse en el sonido de las palabras, en aquella frase evocadora, en la sugestión de una imagen. El arte no tiene prisas, los cuadros de los museos no son fotogramas por segundos.

Más allá del arte, el problema de fondo es mucho más dramático. Entre tanto ruido, el hombre ha olvidado la sustancia que le constituye y le trasciende: que él mismo es alma y belleza y ese vuelo de espíritu que nos diferencia de cualquier otro ser vivo. Que es mucho más hermosa una minúscula lágrima vertida en silencio, sal humana, que el abrumador tsunami que tanto gustó al espectador de la otra fila, sal sin más.

miércoles, 16 de febrero de 2011

85. El alcalde de Zalamea

El pasado fin de semana pude disfrutar de nuevo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con la representación de El alcalde de Zalamea, pieza que ya había sido puesta en escena por esta compañía en 1988 y 2000, pero que se renueva ahora para que el público pueda disfrutar de las andanzas de Pedro Crespo.
Su argumento es conocido universalmente. El labrador más rico de Zalamea, Pedro Crespo, se ve obligado acoger en su casa al capitán Álvaro de Ataide puesto que sus tropas se dirigen hacia Portugal. El villano decide que su hija Isabel aguarde escondida en una estancia de la casa para evitar que el soldado la vea. Mas el capitán descubre la existencia de la joven y no ceja en su intento hasta que la rapta y la fuerza. A partir de este momento, el honor de Pedro y su familia ha quedado manchado, están muertos ante los ojos de la sociedad pues en el siglo XVII no se concebía mayor agravio que éste. El villano hace gala de su cordura y espíritu conciliador y le ofrece al capitán la posibilidad de contraer matrimonio con su hija, pero éste declina la invitación puesto que Isabel no es más que una campesina. Ante la negativa, Pedro Crespo hace uso de los poderes que ha adquirido al haber sido nombrado alcalde y condena a Álvaro al garrote (de ahí el título originario con el que fue publicada la pieza: El garrote más bien dado).
La pieza es una de las más representativas de los llamados "dramas de abuso de poder" que tanto fueron cultivados por nuestros escritores áureos. Sin embargo, la novedad radica en que Calderón de la Barca lleva a cabo la defensa del honor horizontal, aquél que se pierde o se logra en relación a  las propias obras frente al honor vertical -que es inmanente, adquirido desde el nacimiento por el simple hecho de pertenecer a una determinada clase social-. Pedro Crespo representa el arquetipo de persona humilde que es sabedora de su valía, que se siente orgullosa de sus orígenes, no aspira a medrar en la sociedad pero que reconoce que su honor es tan importante como el del más noble. Por ello, no duda en vengar la ofensa que se ha cometido hacia su familia y no titubea al presentar ante el rey sus argumentos en defensa de la justicia que ha administrado al capitán. Se erige, por tanto, en casi un héroe para la sociedad del siglo XVII que tantas injusticias tenía que soportar en su vida cotidiana. Por fin un personaje que le planta cara a la nobleza y que, no lo olvidemos, recibe el beneplácito del rey Felipe II cuando aparece al final de la comedia.
El producto final es impecable.Los actores juegan con la ventaja de trabajar con un texto redondo y no desmerecen en absoluto la valía de Calderón de la Barca puesto que  elegancia, mesura y perfección definen sus interpretaciones. Con una dicción impecable que presenta el verso a los oídos del público con una fluidez nítida, los intérpretes trasladan al público de inmediato a la Zalamea de Calderón. Destaca también la sencillez de la puesta en escena, no hay un decorado recargado sino que son el decorado verbal y los movimientos y cambios de posición de los actores en el escenario los que sitúan al público. He aquí una muestra más de que un texto de estas características no necesita más que un buen elenco de actores y ello no falla con esta compañía. Incluso, los actores permanecen casi siempre en el escenario, sentados en hileras de sillas mientras se va desarrollando la acción. Por otra parte, uno de los momentos más brillantes fue el largo parlamento que Isabel dedica a su padre tras haber sido deshonrada por el capitán. La actriz Eva Rufo hizo una interpretación magistral, capaz de conmover al espectador más insensible que estuviera sentado en el patio de butacas. Y es que no hay ecuación teatral más perfecta que la suma de un texto impecable más unos actores entregados, que aman su trabajo y que son capaces de captar la atención del público desde el primer verso. Desde aquí, mi más sincera enhorabuena a estos actores que quizás no son conocidos para el gran público pero que son los que ennoblecen  una profesión que cada vez está más repleta de personas sin formación y sin aptitudes que únicamente buscan el éxito de alfombras rojas o verdes, pero que no son capaces de subirse a las tablas y crear la magia que derrocha la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Estoy segura de que Calderón, allá donde esté, disfrutará con el buen hacer de esta compañía, La Compañía.

(Agradezco enormemente a Píramo la entrada a esta representación que me regaló por motivo de mi cumpleaños. Disfruté muchísimo de la representación con tu compañía).

domingo, 13 de febrero de 2011

84. Pilar Blanco

Pilar Blanco con Píramo y sus alumnos en Cambrils
Todos hemos sentido alguna vez la decepción de conocer el rostro de nuestro locutor de radio favorito o el de una cantante, que eran sólo una maravillosa voz hasta que la imagen irrumpió sacrílegamente y rompió el hechizo (a mí me ha ocurrido recientemente con Marie Laforet). La voz de los poetas, en cambio, está en sus versos y también el lector se compone sus ingenuas fisonomías concordantes. Esto es un error porque la voz de los poetas nace del alma y a ver quién es el fisonomista consumado que le hace el retrato robot al alma. Sin embargo, hay una fotografía de Pilar Blanco que es su poesía misma. En ella, su mirada escruta el horizonte y alberga una brizna de plenitud, seguramente efímera, solamente un atisbo. En su media sonrisa esboza la serenidad resignada de quien ya sabe que no podrá conocer el arcano de las cosas. Si la esencia de la poesía pudiera transmutarse en un rostro, ya que el poema no puede (“porque cada palabra nace muerta cuando abrimos su urna/ y el poema recoge su cadáver/ sin alma/, su perfume perdido”), la poesía de Pilar Blanco se haría carne en el momento exacto de esa fotografía.

Porque la poesía de Pilar Blanco es una búsqueda dramática del absoluto, de la trascendencia, de la esencialidad de la vida, búsqueda infructuosa desde la finitud de nuestra naturaleza humana (“condición de ser piel, de no ser nunca ángeles”; “agonía de células”). Ante esa dificultad, la poeta halla consuelo en elementos de la Naturaleza que la aproximan a esa esfera de trascendencia, como el mar o las cumbres (“para que el alma medre”) y, en numerosas ocasiones, se confunde con ellos en una suerte de misticismo laico que no es más que una disolución hacia la nada. Esa tendencia nihilista basada en el paulatino despojamiento comienza en Mundos disueltos y alcanza su más alta expresión en Ceniza, cuyo título habla por sí mismo. En Pilar Blanco, la conciencia del alma y de sus aspiraciones pesa como un lastre (“tarántula horadando la carne en busca de la luz”) pero es también un refugio desde donde triunfa la voz hacia dentro, una identidad que la individualiza y le da su razón de ser. En el alma, encuentra la poeta el origen primigenio de una sustancia que nos trasciende y nos recuerda que “somos hombres/que fuimos más que hombres, que escondemos sus ecos”, como en una especie de anagnórisis que nos devolviera nuestra verdadera identidad. Ese vislumbre del origen la lleva, por inercia, a buscarse en el pasado, con especial protagonismo de la infancia y su pureza, pasado que, perpetuado por la memoria en el presente, la impide avanzar hacia el futuro. En la búsqueda del infinito cobra un simbolismo capital la luz, sobre todo en La luz herida y la poeta es un nuevo Ícaro de alas renovadas “con que acudir al sol y arder entera”. El vuelo se convierte entonces en el camino natural del alma para alcanzar la luz y desprenderse del lodo del mundo que la apresa, pero la poeta es siempre una “mujer-cometa” que vuela atada irremediablemente a la tierra. En su último libro, El jardín invisible, la poeta ha abandonado el dramatismo de la búsqueda y el tono del libro es mucho más sereno, resignado, contemplativo, sensación que se corrobora en sus poemas inéditos, como en “A la deriva”.

Otros temas vertebran con menor profusión la obra poética de la poeta berciana: así el amor, la soledad y la incomunicación en sus dos primeros libros (Voz primera y Vocabulario íntimo); la esperanza, que siempre aparece como débil contrapunto al tono grave de su poesía; el vacío existencial o la difícil lucha contra la cotidianeidad.

Pilar Blanco enternece por su indefensión en lides tan hondas como las que plantea pero “esa ventana símbolo/ que se encarama al mundo”, que es su poesía, nos hace sentir menos solos y sus poemas son, al fin, “pilar-fuente fundidos” para todos los sedientos.














El "retrato-poema" de Pilar Blanco

jueves, 10 de febrero de 2011

83. Prueba de amor

Dedicatoria de la poeta Pilar Blanco a Píramo y Tisbe.

Le conociste en Madrid, en unas oposiciones para ingresar en el cuerpo de profesores de Literatura. Te abordó por la calle y empezó a hablarte entusiasmado de su trabajo de interino en el instituto.Te fijaste en su llavero, del que colgaba una medalla maciza con la imagen de Cervantes en el anverso y de Don Quijote en el reverso. Entonces no recuerdo si se estilaba todavía el término "friqui" pero, de existir ya el vocablo, debió de pasársete por la cabeza. Con los años, le regalaste otro llavero pero, a lo sumo, añadió el tuyo al de Cervantes y todavía hoy lo conserva, aunque le pese mil demonios en el bolsillo. Él diría que es el peso de la cultura. Consiguió enamorarte (él aún se pregunta cómo), correspondiste a su amor y llegaron las previsibles consecuencias de tan temeraria decisión: cambió tu nombre y ya no te llamas Beatriz, sino Tisbe; pudo haberte conservado el nombre pero a él no le convencía el de Dante; cada noche, cuando habláis por teléfono, él te cuenta los libros que ha leído y los que quiere leer (con exhaustiva reseña incluida), sus proyectos e ideas literarias y demás ensoñaciones. Por  su cumpleaños o por Reyes te pide que le regales libros o almohadillas para el ratón del ordenador con la imagen de algún motivo literario impreso en ellas; o alguna pegatina, también literaria, para pegarla en el coche. Si os vais de viaje, organiza los itinerarios literarios que hay que seguir. Distribuye vuestras citas en función de sus compromisos con tal o cual velada literaria, charla poética o presentación de libros. En verano, acude a tu cama tras terminar sus relatos para el periódico y, si te halla dormida, lee algún libro antes de quedar él también endormiscado y acudir a tu abrazo. Y, he aquí, que cuando ya te estás convenciendo de que para él la Literatura es más importante que tú misma, resulta que un día asiste a una lectura de poemas de una escritora que admira mucho y de la que ha comprado la primera edición de una de sus obras. Disfruta de la velada mientras sostiene en las manos con cierto nerviosismo la preciada joya bibliográfica y, al finalizar  la lectura, se acerca a la poeta para que le firme su libro. Ella le pregunta por su nombre para hacerle la dedicatoria de rigor. Y entonces él le dice su nombre... y el tuyo.

La prueba de amor irrefutable que un extremado amante de la Literatura puede hacerte es incluir tu nombre en las dedicatorias de sus poetas. Porque para un amante de la Literatura, sus libros (y más si son dedicados) son para toda la vida.

Mi regalo, en el día de tu cumpleaños. Felicidades, Tisbe. No hay nada más importante que tú, ni siquiera la Literatura. Y si enloquezco como Don Quijote y la Literatura se conviritiera en lo más importante de mi vida, entonces tú serías El Poema.

domingo, 6 de febrero de 2011

82. Del piano de Chopin y otros fetiches

Esta semana hemos conocido la noticia de que un juez ha ordenado retirar el piano de Chopin de la celda 2 de la Cartuja de Valldemossa porque ni el piano es el piano de Chopin ni la celda es la celda donde se alojó el compositor polaco durante su estancia mallorquina.
Muchos de los que han visitado este museo se sentirán, a buen seguro, defraudados, porque en esto de las romerías culturales, el peregrino desea que la reliquia sea siempre auténtica. Y es que, entre los que gustan de realizar este tipo de visitas, se ha instalado una suerte de fetichismo totémico que rinde culto más al objeto que perteneció a tal o a cual personaje que al personaje mismo.
Es evidente que lucrarse mediante el engaño es un acto totalmente reprobable pero si el ingenuo admirador de Chopin que visitó la tan traída y llevada celda 2 sintió frente al piano falso aquel embeleso y emoción, no debe ahora desterrar el momento: el piano de Chopin será falso pero la sensación mística que sintió el visitante fue suya y ningún juez podrá retirarla.
Con la Literatura el fenómeno es similar. Hay mucha gente empeñada en rescatar el cadáver de Federico García Lorca de la fosa común donde fue arrojado tras su asesinato. Pero quien se acerque al barranco de Víznar y se sitúe frente al monolito que reza “Lorca eran todos” no va a necesitar saber si los restos de Lorca están enterrados bajo sus pies o un poco más allá. El lugar sugestiona de tal manera que Lorca está en todas partes. Si se descubriera el cadáver y fuera trasladado a un cementerio, el enclave perdería todo su sentido trágico y si no hay tragedia no hay memoria, así es la naturaleza humana.
En Almagro se conserva el único ejemplo original de corral de comedias existente en el mundo. Presenciar una comedia de Lope o Calderón en ese marco es transportarse a aquellos Siglos de Oro. Pero es tal la demanda de público durante la celebración del Festival de Teatro Clásico en verano, que es fácil quedarse sin entradas. Así nos ocurrió a mi pareja y a mí. Y recuerdo que tuvimos que “conformarnos” con asistir a ver una obra de Lope en el humilde espacio de la iglesia de las Bernardas. En aquel recinto reducidísimo donde uno podía sentir a pocos metros el aliento de los actores, disfrutamos de Los comendadores de Córdoba en una experiencia irrepetible. Y no necesitamos el famoso Corral de Comedias, sólo el magnífico texto de Lope de Vega puesto en la boca de los fantásticos actores de la Compañía Alma Viva.
Da igual si el tintero o la mesa que se exponen en Villanueva de los Infantes son los que utilizó Quevedo o no; si las aulas de Antonio Machado en Baeza o Soria están tal cual las dejó el poeta sevillano tras su paso como profesor de francés allí o son una reconstrucción aproximada; tanto da si las iniciales en los árboles del paseo de San Santurio en Soria son las que vio y recogió Machado en sus poemas o no, o si el olmo seco cerca del cementerio de El Espino es el que le inspiró su poema a Leonor; si el piano del Casino Numantino es el que tocó Gerardo Diego; si la casa de Orihuela donde vivió Miguel Hernández conserva la higuera bajo cuya fresca sombra escribiese sus poemas; no hace falta localizar el lugar exacto del robledal de Corpes donde fueron maltratadas las hijas del Cid, según el juglar.

El único fetiche válido, el que realmente importa, el que da la razón de ser a todos estos escritores es el libro. No hace falta que sea una primera edición. Basta con que el texto sea el mismo que el que escribieran. Y basta con amar. Que en el amor verdadero no importa el rímel, ni la barra de labios, ni el zapato de tacón, ni el vestido bonito, ni el cabello de peluquería. Ni la piel siquiera.

jueves, 3 de febrero de 2011

81. ¡Cumplimos 2 años!


Pues sí. Son ya 2 años de fiel y apasionado compromiso con la Literatura. Un compromiso que es, más bien, un estilo de vida, una manera de entender el mundo. Forma parte de la esencia misma de los creadores de esta bitácora; la Literatura y sus vidas se hilvanan de forma consustancial y no se entienden a sí mismos sin la presencia de este arte, que es belleza y conocimiento y necesidad imperiosa, que empapa cada uno de los actos de sus vidas, incluso, hasta cuando no piensan en ella (o, por mejor decirlo, cuando creen que no piensan en ella). Con un formato remozado y algunas novedades, emprendemos un año más con la ilusión del primero. Aquí van algunas cuestiones sobre nuestra bitácora que nos han hecho llegar algunos lectores a través del correo electrónico.

¿Por qué ese título para el blogComo es bien sabido, "cesó todo y dejéme" es un verso de San Juan de la Cruz, probablemente el poeta preferido de Píramo. Elegimos ese título porque resume muy bien el efecto que la lectura nos produce: una suerte de embeleso donde todo lo que nos circunda desaparece y donde suspendemos nuestros sentidos para dejarnos llevar por la envolvente mística del libro.

¿Por qué los nombres de Píramo y Tisbe? Los seudónimos que utilizamos para firmar nuestros artículos provienen de una anécdota real. Cuando Fernando coge un tren desde Tarragona para ver a su Beatriz en Alicante, se aloja en la casa de los padres de ésta. Y, para dormir, Fernando ocupa la habitación contigua a la de Beatriz por aquello de guardar las formas ante los suegros. La pared que nos separa nos convierte, como en el mito, en Píramo y Tisbe. La otra gran pared es la distancia. La única diferencia es que no esperamos ningún final trágico. Son unos Píramo y Tisbe que ya consumaron su amor y lo refuerzan día tras día.

El blog y el Diari de Tarragona.  Nuestra bitácora colabora con el Diari de Tarragona publicando en este periódico algunos de los artículos que proponemos. Se trata de una sección dominical llamada "El cura y el barbero". Los artículos se publican simultáneamente en el periódico y en la bitácora, aunque en el blog suele aparecer la versión ampliada.

¿Por qué Tisbe escribe la mayoría de las reseñas teatrales? Tisbe es una apasionada del teatro y disfruta con esa tarea. Además tiene una virtud. Es capaz de explicar con lucidez y amenidad los detalles de la obra de teatro reseñada sin desvelar motivos argumentales clave. De este modo, el lector que lea sus artículos puede estar tranquilo: acudirá a ver la obra sin habérsele chafado el final. Píramo suele entusiasmarse y hablar más de la cuenta. Obviamente, todo esto lo escribe Píramo, que la vanidad está en las antípodas de la personalidad de Tisbe.

Vosotros sois también curas y barberos. Emulando el famoso capítulo del escrutinio del Quijote, el lector que se acerque a nuestros artículos y desee dejar un comentario, puede añadir en el mismo el título de alguna lectura que tenga que ver con el asunto que se trata. Estas contribuciones se recogen al final de la bitácora junto al nombre del cura o del barbero que haya salvado (o no) de la quema el libro que proponga.

¿Qué proyectos tiene la bitácora para este año?  El bagaje de lecturas lo dirá y los intereses, muchas veces azarosos, construirán este nuevo año. De todos modos, este año se cumplen los 75 años de la muerte de Federico García Lorca, de modo que nos dedicaremos especialmente a su figura, tal y como hicimos con Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento (aunque, dicho sea de paso, menos de lo que hubiéramos querido).

¿Por qué no respondéis a los comentarios de los visitantes? Claro que respondemos pero no lo hacemos inmediatamente. Dejamos un período para que comente todo aquel que quiera y luego contestamos en un sólo comentario a cada participante de manera individualizada. De ese modo, no saturamos el espacio de comentarios con un comentario diferente por participante. Solemos responder cuando está a punto de publicarse el siguiente artículo.

El blog en Facebook. Aunque no somos muy amigos de esta deshumanización que se desprende de las redes sociales por Internet, sería una contradicción por nuestra parte darle la espalda al fenómeno, sobre todo teniendo en cuenta que escribimos en un blog. Con esta incorporación a Facebook deseamos llegar a más gente. En Facebook publicaremos el enlace de cada uno de los artículos que aparecerán aquí. Pero, por favor, haced el esfuerzo de ponernos un comentario en la misma bitácora. No nos seáis vagos colocando en Facebook eso de "me gusta", "me gusta", "me gusta"... (Si es que os gusta, claro). También podéis haceros seguidores del blog y ampliar nuestra todavía pequeña comunidad.

Gracias a todos los que nos visitáis y esperamos que encontréis en este espacio un lugar de discusión y reflexión y que ello redunde en el enriquecimiento recíproco. Sed bienvenidos.

Píramo y Tisbe