domingo, 10 de marzo de 2013

197. La marca del meridiano


Si damos por bueno aquel criterio cervantino que salvaba de la hoguera los libros donde los caballeros comen, duermen en sus camas y hacen testamento antes de morir, entonces La marca del meridiano, de Lorenzo Silva, superaría la criba del famoso escrutinio del cura y el barbero. La cita quijotesca no es gratuita como ya habrán adivinado los atentos y avezados lectores que hayan terminado el libro, en cuyo tramo final, el brigada Bevilacqua siente su descalabro vital en la playa de Barcelona como también lo hiciera Alonso Quijano.

Efectivamente, nada hay de ostentoso en las acciones del protagonista principal. A Bevilacqua no le asiste ningún don especial más allá de su experiencia, la constancia en el trabajo y un equipo bien coordinado. No es un héroe de leyenda, porque bastante tiene con las heroicidades que las vicisitudes cotidianas le exigen. Ni siquiera la resolución del nuevo caso es del todo suya ni se adorna con la contemplación de la última explosión, la cara sudorosa y rasguñada, el brazo sujetando el talle de la chica, mientras la cámara se aleja lentamente para su épico plano general entre el éxtasis musical de violines y percusiones. No. Nada de eso hallará el lector en la novela. Podrá decirse que esto no supone ningún descubrimiento y que otros insignes detectives novelescos ya antes que Bevilacqua habían adoptado ese realismo desgarbado. Pero pienso que también ha habido cierto exhibicionismo en la configuración del policía solitario, alcohólico y existencialmente frustrado que no percibo en Bevilacqua. Lorenzo Silva crea así un personaje en cuya radical normalidad se cifra precisamente su originalidad y la huida del tópico, sin renunciar, eso sí, a un cierto quijotismo utópico en el ideario de Bevilacqua, que la inquina de los años podría haber malogrado. Desde ese punto de vista, la vocación idealista de Rubén sigue siendo la misma que la que se destilaba en El alquimista impaciente

Bevilacqua, consumado lector y fan de Gino Paoli (lo que debiera suponerle directamente el ascenso a teniente general) alterna la narración de los avatares de su investigación, verosímiles hasta el necesario prosaísmo, con las sabrosas digresiones con las que interrumpe brevemente la trama argumental, procedimiento, por cierto, también muy cervantino. Estas digresiones crean una complicidad con el lector que remansa la acción sin hacerse enojosas. Al contrario, las reflexiones de Bevilacqua son tan importantes como la acción misma. Gracias a ellas, se abordan temas transversales como la crítica política y social, no sin cierto ácido humorismo, o inquietudes que atañen a los recovecos del alma. Entre los primeros, sorprende gratamente la autenticidad sin ambages ni medias tintas con la que se trata el problema entre Cataluña y el resto de España, ya que la investigación del guardia civil se lleva a cabo, sobre todo, en la provincia de Barcelona.

El estilo de Lorenzo Silva es ágil, sin abusos líricos, y sabe medir los tempos para evitar la precipitación en las que suelen incurrir últimamente la novela y el cine. Quizás puedan mejorarse los diálogos, algo impostados en alguna ocasión. Y a mí también me chirría la inclusión del vocabulario tecnológico. Palabras como “facebook”, “e-book”, “i-pod” y otros siguen resultándome desagradables polizones que, con su insolente descaro de advenedizas, incomodan, profanan y afean el lenguaje literario. Pero esto, claro está, es un juicio que responde a un gusto personal, seguramente algo purista, y no es demérito del autor, que debe acudir a estos términos para cincelar con verosimilitud el friso realista que se propone.

La marca del meridiano, en fin, tendrá buen cobijo en las bibliotecas de los modernos donquijotes. Y, volviendo a la cita cervantina del inicio, intuyo que a Vila aún le falta algún caso más  para firmar su testamento. Para bien de curas y barberos. O para bien de Chamorro…

6 comentarios:

Hutch dijo...

Me pareció más acertada la entrega anterior, "La estrategia del agua": el peso de lo tecnológico -como bien afirmas-, el buenismo pacificador catalano/madrileño y un juego de réplicas y contrarréplicas excesivamente brillantes y retóricas en los diálogos lastran la obra. Aun así, estupenda y casi sin parangón saga negra la de Lorenzo Silva, y buena y argumentada reseña. Saludos.

Daniel Heredia dijo...

Me ha gustado mucho tu reseña, Píramo. Te comparto mi reseña de la misma novela. Es curioso leer una tras la otra...
http://danielheredia.com/un-premio-planeta-para-siete-libros-de-lorenzo-silva/

Tisbe dijo...

No he leído la novela, pero espero hacerlo pronto. Por lo que dices, merece la pena. Buena reseña.

Mari Carmen Pidal dijo...

¿Otra novela con ambientación en Barcelona? Qué pesadez.

Lorenzo Silva dijo...

Muchas gracias, Fernando, una excelente reseña, cervantina, como el personaje pide y su autor agradece. Abrazos.

Píramo dijo...

Angelus, gracias por el comentario. Es cierto que hay un tono conciliador respecto al problema catalano-español. Pero no me resulta maniqueo.

Gracias, Daniel. Ya había leído antes tu reseña, aunque la acabo de releer de nuevo. Comulgo con todo lo que dices. Un placer conocerte y compartir experiencias lectoras. Un abrazo.

Mari, en realidad la novela se desarrolla a medio camino entre Madrid, Santander, Barcelona y Gerona. Y creo que se me olvida alguna ciudad más. Tampoco es Barcelona ciudad, sino Castelldefels, Sitges... De todos modos, aunque sé que te quejas de lo de Barcelona por la excesiva profusión de la ciudad condal en la narrativa actual, lo cierto es que el marco narrativo por sí sólo no debiera ser determinante a la hora de enjuiciar la calidad de ninguna novela.

Tisbe, sí que es recomendable. Cuando quieras te la dejo.

Celebro que te haya gustado, Lorenzo. Obviamente, se podían haber dicho más cosas. Pero la tiranía de los 3500 caracteres manda. Felicidades por el libro.