domingo, 17 de agosto de 2014

262. Visitas teatralizadas



Que la nueva pedagogía es enemiga de la educación, o por mejor decirlo, de la formación, es algo de lo que ya nadie podrá dejar de convencerme. A estas alturas, mi descreimiento sobre los inventos educativos ha alcanzado tal grado de escepticismo, que huyo de los cursillos de formación permanente del profesorado casi tanto como de los libros de Clara Sánchez (aunque creo que prefiero los cursillos). Desde que los niños sólo deben aprender aquello que puedan ver y tocar porque el resto de conocimientos está fuera su centro de interés inmediato y no es significativo; desde que la memorización ha sido desterrada de las habilidades didácticas; desde que la motivación (palabra sin la que es imposible sobrevivir en el siglo XXI) debe asistir a todas las actividades realizadas en el aula (como si la mera curiosidad por el aprendizaje no supusiera suficiente motivación o, si nos ponemos prácticos, la obtención del título académico en una sociedad con el 55% de paro juvenil); desde que las clases magistrales son cosa de otros tiempos; desde que no se entiende a un maestro si no es asido a su Power Point; desde que los profesores han tenido que ajuglararse para hacer más divertidas las clases; en fin, desde que los “peda-gogós” de la nueva hornada han inundado de vacua verborrea los planes de estudio, los niños saben muuuucho más que antes. Ahora los niños conocen cómo vestían los romanos, qué comían los romanos y cómo se divertían los romanos pero ni rastro de las dinastías, emperadores, acontecimientos políticos y cronologías. Los niños, al finalizar la ESO se han doctorado en Laura Gallego pero no tienen ni idea de los clásicos porque éstos están fuera, una vez más, de su “centro de interés”. Cabría pensar que los “peda-gogós” legitiman sus teorías acudiendo a aquel concepto de la “intrahistoria” unamuniana o a la máxima del prodesse et delectare pero estos no han leído a Unamuno ni a Horacio en su pedagógica vida.

Lo grave del caso es que esta corriente se está instaurando ya también en el mundo de los adultos. Si ahora uno realiza, por ejemplo, una visita guiada a un yacimiento arqueológico, se va a encontrar con que unos tipos disfrazados de romanos van a sustituir la “árida” y tradicional explicación de un especialista en la materia por una vergonzante bufonada donde tiene más interés la performance de los personajes que la información estrictamente académica. De tal manera que, al final, uno tiene que acabar conformándose con leer la exigua información que aparece en los paneles del yacimiento si quiere aprender algo, mientras el resto del grupo se aborrega ante las bobadas de los faranduleros togados. Pero claro, todo sea por divertirse; todo sea en virtud de la amenidad. Cuando se hablaba de democratizar la cultura, no se quería decir que nos trataran a todos como a idiotas. Hasta el menos formado tiene derecho a saber qué es un capitel jónico sin que para ello un imbécil disfrazado de columna tenga que colocarse en la cabeza una peluca con dos rulos. No se debe confundir la promoción cultural con la banalización, ni el entretenimiento con la falta de rigor. Y lo más triste es que ese actor improvisado a quien hace unas líneas yo he llamado injustamente imbécil, sea aquel arqueólogo auxiliar del yacimiento, que tras la nobleza de su hermoso trabajo, tenga después que humillar los conocimientos adquiridos a base de años de esfuerzo y sacrificios, al dios tirano de esa pedagogía ludópata que nos está haciendo zoquetes rematados a todos.

11 comentarios:

Javier Angosto dijo...

NO PUEDO ESTAR MÁS DE ACUERDO, Píramo.

Tisbe dijo...

¡Cuánta razón tienes, Píramo!
Más visitas guiadas de calidad y menos pantomimas.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en que la enseñanza hoy en día se está convirtiendo en un circo con la inclusión en el aula (casi con calzador) de las tecnologías de la información y nuevas metodologías menos "estrictas". Sin embargo, creo que el problema no radica en las novedades en sí, sino en el propio docente, que no suele saber sacarles partido y sin embargo las usa igualmente porque piensa que, simplemente, con poner un powerpoint sus clases mejoran. Pues bien, en esos casos, la mona se viste de seda y mona se queda, claramente. Sin embargo, hay que admitir que, cuando un docente sabe sacar partido a las nuevas tecnologías y métodos innovativos, sus clases pueden ganar muchísimo. Vamos, que yo soy partidario de una enseñanza más humana y flexible que sustituya la costumbre escupir a los niños información que no les interesa por informarles, si hace falta, de una información menos académica y densa pero provista de más significado. Por ejemplo, de nada sirve saberse la lista de los reyes visigodos si luego los chavales no saben quiénes eran realmente esos señores, por eso yo antes que saturarlos con batallitas y mil fechas les explicaría todo acerca de ellos: que si son una tribu germánica, que si en el pasado adoraban a Woden y compañía como los vikingos, que si luego se pasaron al cristianismo, sus tipos de armamento y arquitectura... Todo muy visual y genérico, vale, pero como la comida, la historia entra por los ojos y se logra más con algo light que con el mayor tocho académico y científico del mundo.

Francisco de Pedro dijo...

Todo en su contexto y depende del sitio y modelo de visita. Una buena explicación histórica no está reñida con la amenidad y no requiere pantomimas, pero una visita teatralizada hecha con rigor histórico, un buen texto dramático e interpretaciones de calidad me parece una opción más que recomendable en algunos lugares. Doy fe.
Ah, y no toda la culpa es de la LOGSE.

Píramo dijo...

Javier, Tisbe, celebro que estemos de acuerdo.

Anónimo, en líneas generales estoy de acuerdo con usted. El problema es que hemos pasado de un extremo al otro. De tener que memorizar un listado de reyes visigodos porque sí, sin ninguna utilidad pedagógica, a no saber siquiera quiénes son los visigodos, en qué época vivieron, qué consecuencias políticas y culturales nos legaron y, por qué no, bajo qué reinados se produjeron los acontecimientos más relevantes. La enseñanza de la Historia, efectivamente, debe buscar estrategias que faciliten su estudio pero me niego a pensar que entre esas estrategias esté la de mutilar el rigor de su contenido. Muchas gracias por participar en el blog.

Francisco,yo también creo que las cosas bien hechas pueden resultar tan útiles como el mejor tratado de Historia. Pero creo que en las visitas teatralizadas, por su propia naturaleza, ponen más el énfasis en la puesta en escena que en la información real. Además, salvo que al final de la sesión se inicie un turno abierto de preguntas, la interacción entre los actores y el público se convierte en algo unidireccional. Creo que un buen guía, con un discurso riguroso pero conversacional, al que se le pueda interrumpir para preguntar o aclarar algo, es insustituible por más colorido que se le ponga a las interpretaciones de los guías teatrales.

Rocío Iglezpe dijo...

Píramo, si tienes ocasión y el rumbo te lleva a Londres, visita la casa de Sherlock Holmes. Allí te encontrarás con un actor que interpreta a Watson y que interactúa con los asistentes. La puesta en escena es tan natural que no ves al actor, ves a Watson. No solo responde a las preguntas de quien tenga alguna curiosidad, sino que te pregunta él también si le sigues el juego Para mí sin él la visita habría sido una más de tantas que se pueden hacer en Londres, una visita de unos minutos, un poco aburrida además y un tanto cutre por los maniquíes que pueblan la casa. Con él allí da pena marcharse. Y en general estoy de acuerdo con Francisco de Pedro.

Píramo dijo...

Rocío, efectivamente, estuve en Londres y en la casa de Sherlock Holmes, aunque no conocí al guía que mencionas. A ver, que yo no digo que no esté bien amenizar la visita. Pero no creo que Watson me haga un recorrido por toda la obra y vida de Conan Doyle. Si uno ha leído al autor inglés y lo conoce bien, la presencia del guía Watson puede ser sugestiva y amena. Pero quien es profano en la materia, lo mismo desea una información más académica para aprender.

Rocío Iglezpe dijo...

Entiendo, sobre todo aplicado a la historia. Para la literatura mejor se viene uno leído de casa

Píramo dijo...

Indudablemente, Rocío.

Mercedes Tubilla dijo...

Creo que debería leer este artículo que ha salido publicado hoy en el Diari de Tarragona referente a su publicación del domingo... Saque usted sus propias conclusiones... Creo que está muy bien escrito y le contesta a sus palabras, un tanto despreciativas, hacia un colectivo de profesionales de la reconstrucción hsitórica a los que usted ha faltado... http://vivianatgn.wordpress.com/.../comment-page-1/...

Píramo dijo...

Disgustada Mercedes. Aplaudiré siempre cualquier iniciativa que contribuya a promocionar la cultura. Los profesionales de la reconstrucción histórica me merecen el máximo respeto y toda mi admiración. Sin embargo, todo hay que matizarlo según su contexto. Mi escrito del domingo ponderaba que, en virtud de un abuso de la amenidad como dogma de fe en el sistema educativo, parece imposible ya hallar manifestaciones culturales si no son vinculadas a una puesta en escena más o menos sugestiva sujeta a un didactismo empobrecedor. He sido uno de los mayores defensores de la Tarraco Viva que con tanto acierto y amorosa dedicación convierten nuestra ciudad en un encuentro directo y vivísimo con nuestra antigüedad imperial. Creo, además, que su programa es realmente atractivo y que conjuga lo lúdico con lo académico en un equilibrio muy bien sostenido. Mi disensión con este tipo de actos sólo reside en el hecho de comprobar que, la reconstrucción histórica, rigurosa en cuanto a los modos de vida de un pueblo, no lo es tanto en cuanto a sus elementos macrohistóricos, que se obvian por considerarlos tediosos y que, sin embargo, son clave para la precisa comprensión de una época. A estos elementos se les ha postrado a los manuales de Historia como si al gran público sólo hubiera que alimentarlo de los hechos cotidianos (todos ellos interesantísimos y, efectivamente, dotados de rigor histórico) pero no de los otros. Sirva este comentario para pedir disculpas por el tono, quizás algo incendiario de mi artículo, escrito todavía con la calentura de una mala experiencia personal. Un saludo cordial.