domingo, 2 de noviembre de 2014

268. Cultura para sobrevivir


 
(Publicado en mi columna semanal del Diari de Tarragona, "El cura y el barbero")
 
Hasta el pasado miércoles había transcurrido un mes sin que me acercara a esta columna semanal que va camino ya de cumplir un lustro en el Diari. Ya tenía el cura ganas de asperger su hisopo literario y el barbero de afanarse con el trasquilón crítico, pero feligreses del libro y melenudos filológicos hemos tenido que esperar nuestro turno. Gracias a todos por vuestra lealtad.

Lo importante no es que mi columna aparezca publicada o no en la prensa. A la postre, sé que quienes me leen son mis cuatro parientes próximos y el cenáculo de letraheridos clandestinos que restañan las cicatrices de la cotidianeidad buscando entre las hojas de un periódico el bálsamo que les alivie. Es lo mismo que busco yo al escribir. Lo importante, decía, no es que no se me lea durante un tiempo; lo verdaderamente relevante es el motivo de ese silencio. La razón es muy sencilla: no había espacio, no cabía. El redactor jefe de este periódico, que realiza una labor ingente y profesional, y a quien agradezco el mimo con que me trata, tuvo que arrinconar la sección porque le apremiaba la siempre prioritaria urgencia informativa cada vez que un nuevo caso de corrupción saltaba a la palestra. La cosa, desde luego, da para reflexionar y demuestra cuál es el eslabón más débil de nuestra sociedad. Si hay crisis económica, al profesor que instruye abnegadamente a nuestros hijos se le congelará o rebajará su sueldo; si las arcas públicas están tiritando, se subirá al 21% el IVA de los teatros, los cines y la música; si no hay dinero porque se lo han llevado los chorizos que nos gobiernan y los que no nos gobiernan también, se acabaron las subvenciones para cualquier tipo de iniciativa cultural. Y, al igual que ya no hay celdas suficientes en las cárceles españolas para albergar a tanto sinvergüenza, los periódicos tampoco disponen ya de páginas bastantes para informar de los infinitos casos de bellaquería política que nos inundan sin tener que reducir las secciones culturales o prescindir, mal que les pese, de ellas.

La cultura es, sin duda, un buen indicativo para calcular el nivel de podredumbre de un país. No me refiero a la calidad de esta cultura, que eso daría para otro artículo, sino al índice de su presencia. Cuando no se habla de cultura es porque se habla de otra cosa y casi nunca el asunto alternativo suele ser grato. El único consuelo que nos queda es saber que, en tiempos oscuros como los que nos está tocando vivir, es cuando el arte aguza su ingenio y nos muestra su grandeza. Cuando el sueño del imperio español se desvanecía por la ineficacia de sus gobernantes, aparecieron Cervantes y Góngora y Quevedo y Lázaro de Tormes; cuando urgía la regeneración política y social de nuestro país, tras la pérdida de Cuba y la crisis finisecular, se abanderaron Machado y Unamuno y Valle-Inclán y Baroja.  Yo no sé qué nuevos prohombres ilustres de nuestra España desnortada se erigirán con la misma vehemencia como los adalides de la cultura española contra las felonías, ya insoportables, de nuestros políticos. Tampoco sé si esa es la función del arte y no quiero embarcarme en el debate de si éste debe ser comprometido o sólo una forma de evasión. Pero, cultura, amigos. Cultura para cauterizar, para lamernos las heridas; cultura para huir de la mediocridad; cultura para atisbar un trocito de eternidad al amparo de la belleza; cultura para ser independientes y no manipulables; cultura para ver el mundo con otros ojos; cultura para sobrevivir.

6 comentarios:

Javier Angosto dijo...

Y cultura para ser felices. Como escribiera Borges, "la felicidad, cuando eres lector, es frecuente".

Pedro Gomila dijo...

¿No fue Hermann Göring quien dijo la célebre frase: Cuando oigo la palabra cultura saco mi revólver?

Marcos García Sánchez dijo...

Asi es y según leo, no sólo en Honduras mandan los espacios culturales a la banca de reposo. Los nuevos diseños de periódicos carecen de espacio para la cultura, le arrebata protagonismo a los eventos sociales que nada dejan de relevante. La nota roja impera sobre el aporte de un pintor o de un escritor, a estos ¡que se los lleve el diablo!

Salvador Serrano Cepillo dijo...

Tu artículo de ayer lo recordaré siempre porque mientras lo leía me trasladaba en el tiempo, como en un sueño, a una etapa de mi vida especialmente dura; últimos años 50. Escasez de alimentos, paro, represión. Hace apenas dos años que he aprendido a leer y recojo cualquier papel impreso que encuentro por la calle para alimentar mi voraz afición por la lectura. Pero como siempre ocurre en tiempos difíciles la cultura es la gran perdedora. Y en esos años tan duros yo robé libros con cuya lectura pude sobrevivir a tanta tristeza..

Tisbe dijo...

¡Cuánta razón tienes!
Menos mal que, pese a los tiempos difíciles para la cultura, sigue habiendo defensores a ultranza que, como tú, alzan su voz entre la podredumbre en la que vivimos.

Laura Guerrero dijo...

Cultura que si por nuestros gobernantes fuera se quedaría en el último estante del último mueble de la última habitación de la casa abandonada.

Da mucha pena el panorama cultural que nos ofertan hoy en día y cuando hay algo interesante el precio es imposible. Sin ir más lejos, un par de óperas que se hacen en Tarragona ahora mismo cuestan la friolera de cincuenta euros por persona. Por no hablar de ballets, conciertos, obras de teatro y otras maravillas que no están al alcance del populacho.
Por suerte, siempre nos quedarán las bibliotecas y los mercadillos de antigüedades para irnos con cinco o seis libros a casa sin sentirnos estafados.