domingo, 3 de mayo de 2015

285. Charlotte



David Foenkinos ha relatado en su nueva novela Charlotte (Alfaguara) la desgraciadísima vida de la pintora alemana de origen judío Charlotte Salomon, una joven cuya existencia estuvo marcada por la muerte de un buen número de familiares abocados al suicidio. La pequeña, con sólo diez años, se queda huérfana de madre, hecho que influirá decisivamente en la formación de un carácter solitario y tremendamente triste. El silencio y la pesadumbre se adueñan de su familia, especialmente de sus abuelos maternos que no soportan la pérdida de sus dos hijas. Su padre se refugia en sus estudios de Medicina y Charlotte halla consuelo en la pintura. Pronto destaca por su estilo innovador y nada convencional, mas el reconocimiento nunca es público puesto que la protagonista vive en el Berlín inmediatamente anterior a la eclosión del nazismo, ciudad en la que el éxito es una quimera para los judíos. Tras varios avatares y desgracias y tras conocer el amor, debe refugiarse en el sur de Francia con sus abuelos para evitar la persecución nazi. Allí descubre el verdadero motivo de la muerte de su madre y sufre la pérdida de su abuela con el consiguiente enajenamiento de su abuelo. Su vida es un  eterno “estribillo de muerte”, un ciclón que engulle a su familia. Ante esta aplastante realidad, Charlotte  decide asirse a la vida pintando su autobiografía, en la que incluye textos y pautas musicales. Le invade la necesidad de dejar constancia de su historia en un momento en que la Historia se empecinó en apagar la voz de la comunidad judía. Imbuida por un éxtasis creativo y por la urgencia de sentirse en peligro, Charlotte pinta 769 piezas que agrupa bajo el marbete Vida o teatro. Y es que bien pudiera parecer que la trayectoria vital de esta joven es cosa de ficción, más propia de una tragedia teatral que de una vida verdadera. Finalmente, entrega su obra a su médico, el doctor Moridis, a quien confiesa que “es toda mi vida”. Ésta terminó en 1943 en una cámara de gas de Auschwitz. Charlotte contaba con 26 años y estaba embarazada.

Podría considerarse que esta novela es una más que viene a engrosar la larga nómina de obras que tienen como tema el muy manido holocausto judío Sin embargo, parece que a Foenkinos le interesa más la mujer, la pintora, que el genocidio nazi. Escribe, pues, una oda a una artista a la que admira profundamente. De hecho, el autor interrumpe el hilo narrativo con incisos en los que relata su labor de investigación y los viajes que realizó para reconstruir la vida de esta artista tan especial. Necesita pisar por donde caminó Charlotte y respirar el aire que le dio vida. Así se siente cerca de ella y así es capaz de transmitir al lector su gran tragedia vital y el valor de su arte.

 En cuanto al estilo, destaca principalmente una técnica narrativa inusual. David Foenkinos huye de la narración en prosa tradicional y opta por la línea corta de carácter versicular. Cada idea o acción es plasmada en una solo renglón que queda separado del siguiente por un punto y aparte. El propio autor se justifica argumentando que el dramatismo de la historia es de tal magnitud que era incapaz de narrar de otra manera. Necesitaba respirar, precisaba de los puntos y apartes para poder seguir escribiendo. Lo que sí es cierto es que el carácter sentencioso de las oraciones va calando en el lector, como esas lluvias finas que atraviesan nuestra ropa sin darnos apenas cuenta. Cada línea, cual gota de sufrimiento, hace que nos identifiquemos con la protagonista, que seamos capaces de reconocer su dolor como propio y que acabemos empapados de una inquietante desazón,  de lástima y de rabia. Por suerte, aún nos quedan los cuadros de la artista, coloridos testigos mudos que dan voz a una negra existencia digna de ser recordada. 

Autorretrato de Charlotte Salomon

Charlotte toma clases de pintura

El auge del Nacional Socialismo
Su abuelo le desvela el terrible
secreto de su familia

Última pintura de su obra.
En ella agradece a Ottilie Moore
el refugio que les ofreció en Francia
a sus abuelos y a ella.

3 comentarios:

Luisa Villa dijo...

No pueden interesarme y gustarme más,todos vuestros escritos.Millones de gracias

Tisbe dijo...

Mil gracias a ti, Luisa, por leernos.

Píramo dijo...

Intentaré superar el prejuicio que me supone ese estilo versicular del que hablas. Buena reseña, Tisbe, como todas las tuyas.